El WG (abreviatura de Wohhngemeinschaft) que Harry conoce en Berlín es algo común entre los jóvenes de las ciudades grandes. Para ahorrar dinero, se mudan juntos a un apartamento, a menudo, sin conocerse de antemano. Cada uno tiene su propia habitación, comparten cocina y baño, las tareas del hogar y, a veces, incluso el costo de la compra. Cuando las cosas van bien, vivir en un piso compartido tiene su encanto. Las personas comen, festejan y debaten juntas. También discuten cuando divergen sobre cómo y cuándo limpian; esto, a veces, lleva a conflictos. Un baño sucio o unas tazas mal lavadas pueden llegar a provocar una crisis en el piso compartido.
Desde sus inicios en los años 60, el apartamento o piso compartido ha pasado de ser una forma de alojamiento a una manera de vivir. La aventura de la convivencia atrae, en la actualidad, no solamente a estudiantes. Cada vez hay más proyectos intergeneracionales y también pisos compartidos entre personas mayores, en los que vivir juntos supera la estructura familiar tradicional.