Harry atraviesa toda la República Federal de Alemania. Quiere evitar el peligroso experimento del Instituto Max Planck. En su trayecto podría hacer escala en Göttingen, una pequeña ciudad universitaria en el corazón de Alemania. Allí está enterrada la persona que dio nombre a la institución, uno de los ocho premios Nobel que encontraron en el cementerio de esa ciudad su última morada.
A pesar de su gran talento musical, Max Planck (1858-1947) decidió estudiar física. A los 23 años ya impartía clases, primero en Múnich, luego en Kiel y Berlín. En 1913 era ya rector de la Universidad de Berlín. En 1918, Planck recibió el Premio Nobel de Física por el descubrimiento de la radiación electromagnética de un cuerpo. Se denominó Ley de Planck.
Cuando los nazis llegaron al poder en 1933, Planck ya tenía 74 años. Como presidente de la reconocida academia de ciencias KWG (Sociedad Kaiser-Wilhelm), en un primer momento, se puso al servicio del Gobierno. Sin embargo, cuando sus colegas judíos fueron expulsados, renunció a su cargo en señal de protesta. Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, Planck se mudó a Göttingen y se dedicó a reconstruir la KWG, que pasó a llamarse en su honor, en 1946, Sociedad Max Planck.